Caramelillos
¡Voltaire! ¡Voltaire! Allanad si vous plait con vuestro culo filosófico el pedregoso camino de la incierta alma humana. Pues yo soy Cándido, pero también el Emilio del rasurante Rousseau y como buen salvaje os digo: que vuestras nalgas recias alfombren el paso del homo sapiens.
* * *
Los niños pobres de ojos grandes nos miran. El mundo es gris y ocre más allá de los fuegos artificiales de Disneyland. Hay tripas atrofiadas, muchas, más allá de las bolsas repletas del súper del barrio. Mamá dispara su spray letal contra un incómodo moscardón mientras en otra parte legiones de moscas devoran los ojos grandes de esos niños que nos miran.
* * *
Andamos hoy en mi pueblo de campaña electoral: banderitas de colores, cartelitos, sonrisitas, aplausitos, promesas a la Virgen, brindis al sol con mosto de la tierra. Y eslóganes, mucho eslógan gangoso y mercadotécnico. La musiquilla y la musiqueta. La galería de fotos que tapiza mi pueblo es una celebración de caretas, con una supuesta marquesa retocada hasta el barroquismo, con otro someramente ojeroso, como para indicar que curra, pero poco. No sé. Qué gilipollez de democracia tenemos. Será que somos gilipollas.
* * *
A Mariano José de Larra no le mató el espíritu del Romanticismo sino algo tan poco sublime como una sobredosis de realidad. A Mariano José, como a otros muchos después, le mató meterse un buen chute de realidad pura, porque Mariano José era un yonki de la realidad que le circundaba. Se metió mucha mierda hasta que un día vió la verdad.
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Los niños pobres de ojos grandes nos miran. El mundo es gris y ocre más allá de los fuegos artificiales de Disneyland. Hay tripas atrofiadas, muchas, más allá de las bolsas repletas del súper del barrio. Mamá dispara su spray letal contra un incómodo moscardón mientras en otra parte legiones de moscas devoran los ojos grandes de esos niños que nos miran.
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Andamos hoy en mi pueblo de campaña electoral: banderitas de colores, cartelitos, sonrisitas, aplausitos, promesas a la Virgen, brindis al sol con mosto de la tierra. Y eslóganes, mucho eslógan gangoso y mercadotécnico. La musiquilla y la musiqueta. La galería de fotos que tapiza mi pueblo es una celebración de caretas, con una supuesta marquesa retocada hasta el barroquismo, con otro someramente ojeroso, como para indicar que curra, pero poco. No sé. Qué gilipollez de democracia tenemos. Será que somos gilipollas.
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A Mariano José de Larra no le mató el espíritu del Romanticismo sino algo tan poco sublime como una sobredosis de realidad. A Mariano José, como a otros muchos después, le mató meterse un buen chute de realidad pura, porque Mariano José era un yonki de la realidad que le circundaba. Se metió mucha mierda hasta que un día vió la verdad.
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