Se buscan suicidas
Me encuentro esta mañana con la noticia de que un grupo de jóvenes japoneses organizaron y llevaron a cabo una especie de suicidio colectivo, con la peculiaridad de que acordaron el cómo y el cuándo por internet.
La sociedad nipona se halla conmocionada, se oyen voces que claman por la prohibición de páginas web donde los adolescentes puedan encontrar ayuda material o moral para poner fin a sus vidas. Se oyen también los razonamientos de psicólogos y sociólogos que buscan las causas de los altos índices de suicidio en la juventud japonesa en la soledad y en la extrema competitividad de la sociedad moderna.
Aunque se me escandalicen los seguidores de los ayatolás de crucifijo y sotana (esos a los que les hubiera encantado que Ramón Sampedro hubiera estado calladito), a mi lo que me extraña es que no se suicide más gente, que tantos y tantos individuos sigamos teniendo ganas de levantarnos todas las mañanas para ser espectadores a la fuerza de este Teatrum Mundi. Y pagando, además.
Puede decirse que quien no ha sucumbido a la tentación de la auto-eliminación durante la adolescencia, esa época convulsa, extraña y aparatosa, tiene pocas posibilidades de hacerlo después, cuando uno ya está amaestrado y ocupa su mente en el trabajo, en la hipoteca y en la televisión, asuntos sin lugar a dudas de mucha mayor enjundia que el sentido de la existencia y el papel de uno en todo este tinglado.
Los gente se suicida por causas variopintas, ya sean conflictos familiares, frustración en relaciones sentimentales o por pura gilipollez (me viene a la mente aquellas jovencitas francesas que decidieron seguir los pasos de su guía espiritual, el calzonazos de Kurt Cobain). Unos se suicidan más rápido, otros más lentamente, como los que nos administramos voluntariamente sustancias tóxicas para soportar el tedio y la imbecilidad circundante, o como las féminas que deciden dejar de comer porque más vale un cadáver esquelético que un ser vivo gordo.
No sé si al final en Japón (una sociedad tanto o más hipócrita que la nuestra, que tradicionalmente acepta el suicidio ritual para restaurar el honor) prohibirán esas páginas web. Si lo hacen, que prohiban también la fabricación, venta y tenencia de cuchillos, maquinillas de afeitar, hornillos portátiles, cuerdas y todo aquello susceptible de ser utilizado para quitarse la vida. No sería la primera vez que, con tanto árbol, políticos y puritanos no ven el bosque.
Se suicidan nueve jóvenes japoneses tras "pactar su muerte" por internet
La sociedad nipona se halla conmocionada, se oyen voces que claman por la prohibición de páginas web donde los adolescentes puedan encontrar ayuda material o moral para poner fin a sus vidas. Se oyen también los razonamientos de psicólogos y sociólogos que buscan las causas de los altos índices de suicidio en la juventud japonesa en la soledad y en la extrema competitividad de la sociedad moderna.
Aunque se me escandalicen los seguidores de los ayatolás de crucifijo y sotana (esos a los que les hubiera encantado que Ramón Sampedro hubiera estado calladito), a mi lo que me extraña es que no se suicide más gente, que tantos y tantos individuos sigamos teniendo ganas de levantarnos todas las mañanas para ser espectadores a la fuerza de este Teatrum Mundi. Y pagando, además.
Puede decirse que quien no ha sucumbido a la tentación de la auto-eliminación durante la adolescencia, esa época convulsa, extraña y aparatosa, tiene pocas posibilidades de hacerlo después, cuando uno ya está amaestrado y ocupa su mente en el trabajo, en la hipoteca y en la televisión, asuntos sin lugar a dudas de mucha mayor enjundia que el sentido de la existencia y el papel de uno en todo este tinglado.
Los gente se suicida por causas variopintas, ya sean conflictos familiares, frustración en relaciones sentimentales o por pura gilipollez (me viene a la mente aquellas jovencitas francesas que decidieron seguir los pasos de su guía espiritual, el calzonazos de Kurt Cobain). Unos se suicidan más rápido, otros más lentamente, como los que nos administramos voluntariamente sustancias tóxicas para soportar el tedio y la imbecilidad circundante, o como las féminas que deciden dejar de comer porque más vale un cadáver esquelético que un ser vivo gordo.
No sé si al final en Japón (una sociedad tanto o más hipócrita que la nuestra, que tradicionalmente acepta el suicidio ritual para restaurar el honor) prohibirán esas páginas web. Si lo hacen, que prohiban también la fabricación, venta y tenencia de cuchillos, maquinillas de afeitar, hornillos portátiles, cuerdas y todo aquello susceptible de ser utilizado para quitarse la vida. No sería la primera vez que, con tanto árbol, políticos y puritanos no ven el bosque.
Se suicidan nueve jóvenes japoneses tras "pactar su muerte" por internet
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