19 de noviembre de 2004

Cuando se inventó el tam-tam

Anteayer acudí a unas conferencias organizadas por la oficina española del W3C cuyo contenido me resultó interesante y de provecho para mi actividad profesional.
Pero escribo esto no para emborronaros la cabeza con datos técnicos que no vienen al caso, si no para compartir con vosotros una lección humana que recibí allí.
Al rato de comenzar las ponencias, entró en la sala una chica ciega acompañada por su perro. Se sentó muy cerca de nosotros y pude observar cómo extraía un ordenador portátil, lo iniciaba y operaba con él.
Después del descanso, se reaundaron las conferencias. Según el programa, esperábamos a una persona de Fundosa Teleservicios para hablarnos de Accesibilidad Web para personas con discapacidades. La chica ciega, entonces, se levantó, subió al estrado, enchufó su equipo portátil, se acopló unos auriculares, inició una presentación en pantalla y comenzó su intervención mientras su perro se acurrucaba bajo la mesa.
De su conferencia, que versaba sobre el riesgo de que determinados colectivos se queden aislados del resto del mundo mientras ven (u oyen) pasar el tren de las Nuevas Tecnologías y qué hacer para evitarlo, os transcribo estas dos frases:

Cuando se inventó el tam-tam, es obvio que no se contó con las personas sordas. Cuando se inventaron las señales de humo, es obvio que no se contó con las personas con deficiencias visuales.

No dejemos que nuestros nietos, cuando echen la vista atrás, puedan decir: Es obvio que cuando Internet se inventó, no se contó con las personas ciegas, ni con las sordas, ni con las que tienen deficiencias motrices, ni con los ancianos, ni con los disminuídos psíquicos, ni con los que no tienen un poder adquisitivo que les permita tener los dispositivos más novedosos.

Escribamos pues el código de nuestras páginas pensando en todos.

Web Accessibility Initiative (WAI)