5 de octubre de 2003

La teta es alegría

Según veo en las noticias, un buen número de madres se han congregado hoy en el Parc de la Ciutadella de Barcelona para amamantar a sus niños. Las imágenes mostraban transeuntes sorprendidos que observaban curiosos aquella celebración lactante en la vía pública: decenas de mujeres sentadas en sillas, bebé en ristre y con la teta al aire, para regocijo y deleite de las criaturas, que buen seguro no esperaban tal festín multitudinario.

Al parecer, el motivo de que estas mujeres hayan participado en tan bello happening no es otro que protestar por cierto rechazo social que perciben cuando en medio de la vía pública han de alimentar al crío de la forma más natural y humana que existe. Toma.

Y es que yo ya no sé qué pensar ni qué decir, cuando uno cree que esta sociedad ha tocado fondo, hay un más difícil todavía, una vuelta más de tuerca que le hace a uno desear haber nacido en alguna pequeña isla de Oceanía. Hace no mucho, en el metro, una señora le dio la teta al niño ante todo el vagón, y qué queréis que os diga, a mi me parece muy bonito, mucho más bonito que la publicidad intrusiva que nos machaca noche y día, la dictadura de los automóviles y sus humos o la generalizada falta de civismo que nos caracteriza.

Si estas cosas que menciono no producen rechazo social pero sí el hecho de que una madre saque una teta en público para dar leche a su crío, resulta entonces que nos hemos vuelto mucho más gilipollas de lo que ya éramos hasta ahora.

Dar la teta es alegría, por cuanto humano, simple y natural, y quien no lo entienda así, en mi modesta opinión, es un enfermo.