31 de diciembre de 2003

El mejor regalo de cumpleaños

Hoy, día de mi cumpleaños, se acaba el año del calendario.
No sé por qué, a todos nos da por repasar lo que en los doce meses pasados nos ha pasado.
Cosas malas, cosas buenas, cosas ni malas ni buenas, cosas al fin y al cabo.
Yo especialmente me acuerdo de los que hoy no están y no pueden repasar con nosotros.
Pienso en las ausencias que una a una han ido jalonando otro año más del joven milenio.

¡Qué cosa la vida! Echar de menos incluso a aquellos que no has conocido en persona.
Sentirse triste por la pérdida de personas que sólo has conocido por palabras, imágenes o versos.
También se puede tener amigos y vivir amores a través de un libro, de una película, de un cuadro o un viaje, o al menos así lo siento.

Me consuela la alegría de constatar que aquel que se esforzó contar algo a los demás, fuera lo que fuera, si lo hizo desde la honestidad y la generosidad, no se va del todo cuando muere: queda su huella en aquellos corazones que quisieron escuchar.

Ese es un tesoro único en el universo, exclusivamente reservado a este animal tan divino y tan plebeyo como el hombre. Es, sin duda, el mejor regalo de cumpleaños. O al menos así lo siento.