2 de junio de 2004

Carta a los esclavos de Babilonia

Muchas veces preguntáis con desprecio quiénes somos.
Somos los que andan solos evitando las riadas de cuerpos en las estaciones de metro y centros comerciales.
Somos los que reclamamos el silencio cuando truenan los himnos de mortero y metralla.
Somos los que cierran los paraguas cuando llueve.
Somos los hijos de los que levantaron el azadón para no hundirlo nunca jamás en la tierra del cacique.
Somos los que tatuamos de colores las paredes grises que tanto os gustan.
Somos los que rompemos los espejos ante los cuales os maquilláis todas las mañanas.
Somos los que cortamos con tijeras vuestras caras corbatas (Es el justo castigo por haber cortado la cuerda de las cometas a nuestros hijos).
Somos los que aspiramos niebla y exhalamos esperanza.
Somos los que hemos encontrado la salida del laberinto. Por eso podemos entrar y salir cuando queramos. Por eso jamás nos atraparéis, ni siquiera aunque pudieráis vernos.