12 de julio de 2004

Milagro nerudiano

Es mi costumbre las noches que me acuesto en mi cama sin estar ebrio rezar unas oraciones a algún santo de verdad. Anoche le tocó el turno a Pablo Neruda, pues hoy se cumplen cien años del nacimiento del poeta chileno.

Le recé para que desde el Cielo interceda por nosotros, para que nuestros corazones se llenen de amor y no de bombas, que nos inspiremos para construir puentes y no muros, que nuestras bocas proclamen versos y no injurias. También le pedí que no nos hagamos insensibles a la injusticia ni al hambre.

Como quiera que fuera, esta mañana, al ir al trabajo, he encontrado en la calle una caja llena de libros, rebosaba de ellos, y yo, estupefacto, me he agachado con la prudencia y solemnidad con la que un arqueólogo se comportaría ante un tesoro etrusco o maya, y he cogido unos cuantos volúmenes de entre los muchos que allí había.

Una edición bilingüe de las Catilinarias de Cicerón, La familia de Pascual Duarte de Cela, El contrato social de Rousseau, Volverás a Región de Benet y una edición en catalán de la novelita de H.G.Wells El país de los ciegos son las obras que a partir de ahora se añadirán a mis desvencijadas estanterías. Había muchas más, pero he preferido dejarlas a otro.
Creo sinceramente que se trata de un milagro literario y que la prueba definitiva que demuestra esto es el hecho de que en la caja no había ninguna obra de Neruda, pues de sobra es sabido que la virtud primera de los santos es la humildad. ¡Bendito acontecimiento un lunes cualquiera!

Celebran los 100 de Neruda
Los versos de Neruda, más vivos que nunca en el centenario de su nacimiento