Después del silencio
Después del silencio, todavía debo un post aún no escrito a este blog. Un post cuyo título por ahora me reservo y que lleva meses y meses vagando de un lado a otro de mi cerebro. Es seguro que lo escribiré, pero no sé cuando.
Una pista: Un buen día, hace ya más de un año, decidí dejar de escribir sobre asuntos políticos. No me arrepiento de haberlo hecho, antes al contrario, me siento mejor deslindado de ese barrizal del alma humana que es la res publica.
No por ello he dejado de leer periódicos ni de escuchar tertulias radiofónicas, sigo atento a lo que me circunda en la medida que puedo y me permite mi higiene mental. Pero ya no hablo (ni escribo) de política. Sí, empero, de las que creo que son relevantes para la sociedad, con agrado si, como es el caso, son buenas noticias: Una gran operación policial ha destapado una inmensa trama de blanqueo de dinero cuyo epicentro se situaba en la costa oriental andaluza, concretamente en Marbella, que para quien no lo conozca viene a ser una especie de Shangri-La de mafiosos, trapisondistas de traje y corbata y demás especímenes de la oligarquía plutocrática.
Parece que la mierda va salpicar a unos cuantos, aunque seguro que algún que otro se libra escudándose en empresas fantasma y testaferros limpios de expediente policial.
Oye, qué gusto da cuando (muy) de vez en cuando le meten mano a los ladrones de guante blanco y gemelos de oro, que esos sí que roban y condenan a la pobreza a muchas personas. No todo va a ser escarmientos a los cuatro desgraciados (o cuatro millones) de siempre.
En todo caso, y perdóneseme el pesimismo existencial del que suelo hacer gala, tampoco habremos de lanzar las campanas al vuelo porque vayan a parar a la cárcel algunos hiperestafadores. Dicho en castizo, si les han pillao, es que no han untao. Habrá quien piense diferente, claro está, pero si uno aparca mal en Madrid le cae una multa y la paga religiosamente. Pero si uno a lo que se dedica es a evadir cantidades astrónomicas de dinero al fisco, la cuestión es muy otra. Donde hay mucho dinero hay silencios y complicidades. Y el que no lo quiera ver, dispone de una amplia gama de parques temáticos donde evadirse de la triste realidad. Que cada uno haga de su capa un sayo. Amén.
Una pista: Un buen día, hace ya más de un año, decidí dejar de escribir sobre asuntos políticos. No me arrepiento de haberlo hecho, antes al contrario, me siento mejor deslindado de ese barrizal del alma humana que es la res publica.
No por ello he dejado de leer periódicos ni de escuchar tertulias radiofónicas, sigo atento a lo que me circunda en la medida que puedo y me permite mi higiene mental. Pero ya no hablo (ni escribo) de política. Sí, empero, de las que creo que son relevantes para la sociedad, con agrado si, como es el caso, son buenas noticias: Una gran operación policial ha destapado una inmensa trama de blanqueo de dinero cuyo epicentro se situaba en la costa oriental andaluza, concretamente en Marbella, que para quien no lo conozca viene a ser una especie de Shangri-La de mafiosos, trapisondistas de traje y corbata y demás especímenes de la oligarquía plutocrática.
Parece que la mierda va salpicar a unos cuantos, aunque seguro que algún que otro se libra escudándose en empresas fantasma y testaferros limpios de expediente policial.
Oye, qué gusto da cuando (muy) de vez en cuando le meten mano a los ladrones de guante blanco y gemelos de oro, que esos sí que roban y condenan a la pobreza a muchas personas. No todo va a ser escarmientos a los cuatro desgraciados (o cuatro millones) de siempre.
En todo caso, y perdóneseme el pesimismo existencial del que suelo hacer gala, tampoco habremos de lanzar las campanas al vuelo porque vayan a parar a la cárcel algunos hiperestafadores. Dicho en castizo, si les han pillao, es que no han untao. Habrá quien piense diferente, claro está, pero si uno aparca mal en Madrid le cae una multa y la paga religiosamente. Pero si uno a lo que se dedica es a evadir cantidades astrónomicas de dinero al fisco, la cuestión es muy otra. Donde hay mucho dinero hay silencios y complicidades. Y el que no lo quiera ver, dispone de una amplia gama de parques temáticos donde evadirse de la triste realidad. Que cada uno haga de su capa un sayo. Amén.
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