Mucho lerele y poco lirili

Ay, pena, penita, pena. Cómo pasa el tiempo y yo con estos pelos: sigo haciendo cuentas con la calculadora y me siguen saliendo -3. El padre, el hijo y de hashish, el alijo. O eso, o la Pinta, la Niña y la Santa María que nada más atracar... !Zas! Operación Pelopincho al canto, y varios cientos de kilos de farlopa vaya usted a saber dónde: Al retrete, dicen, o a la mesa de caoba del chalé del Sr. Ministro.

Y yo mientras, como siempre, en mi cubil leyendo, esta vez perdiendo el tiempo y los ojos tratando de entrever qué le puede acontecer al homo sapiens sapiens a la vuelta de la esquina. Pérdida de tiempo, lo sé, lo sé. La tele ronronea: compracompracompra y entre consejo publicitario y consejo publicitario un reportaje de adolescentes que pegan palizas a mendigos y descalabran niños mientras graban las hazañas con sus móviles de 500 euros. Uno de ellos se confiesa: Yo soy un chaval normal, voy a clase, soy amable con la gente. Lo que pasa es que me aburro.

¡Joder con el aburrimiento en la Era de la Información!. Yo cuando era mozo y me aburría mataba el tiempo haciéndome pajas o hacía tiempo matándome a pajas, como se quiera. Pero no se me ocurría salir de paseo a pegar a ancianos o discapacitados... ¿Sería porque en aquella época no existían los telefónos móviles? Quién sabe.

En fin. Que cuando el Diablo se aburre, con el rabo mata moscas. Lo que no sabemos es si lo graba en su Nokia N90.