30 de abril de 2006

Nacer en el 73

Por su interés, reproduzco a continuación unos fragmentos de una carta al director escrita por una joven y publicada hace unos días en un periódico de mi país:


"Lo siento, nací después de la crisis del 73. Mea culpa por pertenecer a la generación X, en la que estadísiticamente más vale tener estudios primarios y no estudiar nada para encontrar un empleo, en la que gente como yo, que nos hemos licenciado en Historia, sólo valemos para trabajar como comercial de puerta en puerta, vender hamburguesas, trabajar en un supermercado, mientras estamos esperando a que ustedes, los hijos del baby boom, se jubilen y nos dejen su puesto de trabajo libre, que, claro está, no conseguiremos por la inexistencia de un enchufe (que otros tienen) aunque exista una remota posibilidad (...)
Pero tenemos que ser idealistas, tenemos que creer en el establishment, el caciquismo, la endogamia no podrán con nosotros. Tenemos que cantar au vent y buscar la arena de la playa bajo los adoquines, pensar en Camus o en Sartre.Lo siento, los de la generación X ya no creemos en un nuevo mundo... los ahora aburguesados manifestantes del 68 y de la transición nos habéis demostrado como acaban los idealistas."


Entiendo la frustración de esta joven española. No hay sitio para ella en ese mundo de ilusión y fantasía que nos vende la publicidad a cada minuto. Sí lo hay en el mundo de la precariedad laboral, de la inestabilidad, de la ausencia de esperanza en que mañana uno pueda tener una pequeña casa y una pequeña familia, mientras algunos, sin apenas esfuerzo ni merecimiento, tienen todo y más.
Los que nacimos después del 73 lo hicimos ya con las cartas marcadas. Apenas tenemos margen de maniobra en un sistema que deja al individuo totalmente desprotegido frente a las corporaciones e instituciones. Salvo un golpe de suerte, para las empresas serás como una impresora: barata, productiva y cuando te estropees, te cambiarán por otra.
Por todo ello, no te engañes ni te dejes engañar, ni envidies a los hijos de. Ya no habrá románticas revoluciones que te catapultarán a una vida burguesa. Ocupa mejor tus energías en buscar los resquicios de este absurdo sistema (te aseguro que los hay), aparenta ser otro dócil peón más, sé sutil, cuida la imagen y los gestos tal y como hacen ellos, termina dominando su jerga y su moral podrida e hipócrita. Al cabo, con algo de suspicacia, escepticismo y afán de supervivencia, habrás hayado los mecanismos que te permitan recuperar, al menos, algo de lo que te roban cada día.
No hay salida en este juego, decía un filósofo. O juegas, o mueres, ambas opciones son igual de dignas. Los que por el momento seguimos jugando hemos asumido como primer precepto que ser hipócrita es algo tan natural como respirar. Que los principios y valores y blablabla se resumen en uno: llegar a fin de mes.
Quién roba a un ladrón...